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DE NOVIEMBRE: Solemnidad de Todos los Santos. Jornada Nacional de Oración por
la Santificación del Pueblo Argentino.
REFLEXIONES
GIANELLINAS SOBRE LA SANTIDAD
Por Pastoral Educativa
LA PAZ COMO FRUTO DE LA
SANTIDAD
“Pax vobis!” (La paz sea con ustedes)—nos
dice Gianelli con ternura y firmeza. Pero esta paz, que tanto anhelamos en
nuestras familias, comunidades y corazones, no puede florecer sin santidad. No
hay paz verdadera sin conversión, sin vida en gracia, sin el deseo sincero de
vivir como hijos de Dios.
Todos estamos llamados a la
santidad. San Antonio María Gianelli nos alerta sobre dos grandes engaños:
creer que la santidad es sólo para algunos, y pensar que no todos pueden
alcanzarla. Con claridad afirma: “Todos estamos obligados a hacernos santos, y
todos podemos serlo si lo queremos.” La santidad no es hacer milagros, sino
cumplir con fidelidad la voluntad de Dios: “La verdadera santidad consiste en
hacer la voluntad de Dios.”
Gianelli nos interpela: “¿Pretenderemos
no ser santos? ¿No pretenderemos ni siquiera esforzarnos por serlo?” Ser
cristiano es ser santo. En la Iglesia primitiva, ambos términos eran sinónimos.
La santidad no es opcional: es el camino hacia el Reino. Uno de los aportes más
actuales del texto es su insistencia en que la santidad se vive en el estado
concreto de cada uno: “La verdadera santidad, después de la observancia general
de la ley de Dios, consiste en el cumplimiento de los propios deberes.”
Esto resuena profundamente
con el llamado del Papa Francisco en el Pacto Educativo Global: educar para la
responsabilidad, la solidaridad y el cuidado. Gianelli lo anticipa con
sabiduría:
- Padres:
“custodien, gobiernen y dirijan con el santo temor de Dios sus familias.”
- Madres:
“eduquen en el santo temor de Dios a sus hijos e hijas.”
- Trabajadores:
“sean exactos, sinceros y justos.”
- Ricos:
“sean piadosos, den limosnas, sean benignos.”
- Pobres:
“sean pacientes y resignados.”
No hay excusas: todos podemos
ser santos
Gianelli, advierte contra el
engaño de esperar otro estado o momento más favorable: “Terribles engaños, mis
queridos, terribles engaños.” Y exhorta: “Dum tempus habemus, operemur bonum”
(Gal 6,10) —Mientras tengamos tiempo, hagamos el bien. Incluso en medio de
limitaciones, enfermedades o fatigas, podemos ofrecer todo a Dios. La santidad
está en el corazón, en el amor: “La santidad más grande está en el corazón y no
en la apariencia de lo que se ve.” El amor como medida de la santidad.
Gianelli culmina con una
afirmación para recordar todos los días:
“Todos nosotros tenemos un
corazón y un alma hecha sólo para amar, y capaz de amar lo indecible.”
“En este amor consiste la verdadera y sublime santidad.”
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Que por intercesión de los
santos y la Beata María Crescencia Pérez, nuestro Señor despierte el deseo de
santidad en el cotidiano de nuestras vidas.